Desde el pasado 16 de marzo el sector cultural en su conjunto paralizó su actividad por el Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la crisis sanitara ocasionada por el COVID-19, que ha obligado a un confinamiento de toda la población en sus casas.
Se trata de una pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 11 de marzo de 2020, que ha provocado la muerte de miles de personas en nuestro país a cuyo dolor nos unimos.
Esta situación ha provocado por primera vez algo insólito en nuestra historia reciente: el cierre de los centros culturales y de toda la actividad presencial relacionada con la cultura. El cierre ha sido prorrogado por quincenas y ha llegado hasta la fase actual con el ordenamiento de pautas temporales para la vuelta progresiva y escalada a una relativa normalidad.
El cese de la actividad cultural ha obligado a una inmediata respuesta del sector, concretadas en el documento «52 medidas, firmado por 33 asociaciones de las artes escénicas y la música y a la vez una adaptación a la excepcional circunstancia que se ha concretado en el traslado de la actividad cultural al mundo virtual. Es evidente que nuestro sistema cultural y en concreto las artes escénicas no están, en su esencia, diseñadas para esta virtualidad.
Sin duda, el sector cultural está entre los segmentos más afectados por la pandemia del COVID-19. A su vez, las empresas y servicios culturales serán los últimos en normalizar su situación, es decir cuando se produzca de nuevo el encuentro con el público en condiciones normales y sin restricciones de ningún tipo.
En este tiempo miles de funciones han sido canceladas, y también cientos de actividades que las compañías del sector realizan habitualmente, direcciones, talleres, clases, construcciones por encargo y un largo etc. En el mejor de los casos, unas funciones se podrán aplazar para otras fechas, pero esta reprogramación ocasionará pérdida de funciones y será necesario compensar al sector con incrementos de actividad de algún modo.
A los retos de superación de la pandemia y a la salida gradual del confinamiento, la preocupación fundamental que todo el sector cultural tiene es el efecto económico de todo esto y su repercusión en la cultura. Los analistas coinciden, en el mejor escenario para España, que el PIB caerá más del 9% en el conjunto del año y habrá un incremento exponencial de parados hasta llegar al 19-20%.
Se apunta además que el déficit público subirá alrededor del 11% del PIB, según sea el comportamiento de la economía, y a una deuda pública de hasta el 110-120% del PIB. Un mal escenario para las inversiones en cultura y en el sector cultural, que se traducirá previsiblemente en incremento 0 para 2021 o quizá algunos recortes auspiciados por la necesidad de compensar el déficit público o atender las necesidades que se consideren urgentes en ese momento.
En Europa, que también nos influirá para el impulso de la economía y la generación de ayudas y estímulos, el producto interior bruto de la eurozona caerá un 7,6% en 2020 y crecerá lentamente a partir del 2021, siempre según los analistas menos «tremendistas».
La situación para la cultura y especialmente para las artes escénicas requiere medidas excepcionales. Algunas se han tomado ya por parte del gobierno, pero hay que destacar que a estas medidas un 25% de nuestro sector no pueden acceder por diversos motivos (no ser autónomos, altas por bolos, imposibilidad de demostrar cierre de actividad…)
El día 28 de abril nuestro gobierno hizo público el Plan de desescalada, con expresa referencia a la actividad cultural. Se trata de una primera previsión de futuro pero que nos permite intuir que puede pasar en nuestro sector.
Si observamos las distintas fases podemos ver que entre el 33% y el 50% del aforo de los espacios será la opción posible de programación cultural, siempre y cuando se pueda garantizar una distancia física entre asistentes de 2 m. Esto que significa en la práctica, que trabajar en función de la taquilla será imposible hasta que no exista una normalidad real, es decir que no existan riesgos de contagio y que además se disponga de una vacuna. Así el público, ya sin ningún miedo volverá a comportarse con total libertad y sin cortapisas. Si las taquillas no van a permitir la reactivación de la actividad escénica, solo queda la vía de programación con ayudas y subvenciones públicas o directamente desde las administraciones. En cualquier caso hasta que no se pueda recuperar la actividad al 100% de su rendimiento, la situación deberá seguir siendo considerada como causa de fuerza mayor, de manera que las medidas de ayuda tanto laborales, sociales, como fiscales deben seguir siendo vigentes.
Pero hay otro factor más a tener en cuenta, supuesta esta normalidad desde el punto de vista sanitario, que pasará con la seguridad económica y la disponibilidad de ingresos para gastar en cultura y asistencia a espectáculos. Tenemos la información del comportamiento de la población en la pasada crisis que dejó de consumir cultura en un alto porcentaje. La realidad nos demuestra que esta crisis será mucho más dura que la anterior, de modo que la cultura no volverá a ver la luz hasta que no se den dos conjunciones: que exista una vacuna con distribución universal garantizada y que se haya consolidado una recuperación económica que llegue al conjunto de la población. Poner una fecha a ese momento es imposible pero es fácil intuir que no será antes de 2023.
¿Qué pasará hasta entonces? que los espacios y teatros que programan artes escénicas perderán de media un 70% de los ingresos procedentes de la taquilla y estarán para su supervivencia dependiendo únicamente de las ayudas y la financiación pública. Si esta es escasa e insuficiente abocará al cierre de muchos espacios y a la desaparición de más del 50% del sector.
Y es en este contexto en el que desde TitereDATA, hemos apostado desde el principio porque la administración fuera consciente de la repercusión y adoptase medidas extraordinarias y de emergencia, para el conjunto del sector cultural y especialmente para las artes escénicas cuya razón de ser no permite otra solución que el contacto directo con el público. En este sentido esperamos que se atiendan los requisitos para el sector cultural formulado en la propuesta de «52 medidas, firmado por 33 asociaciones de las artes escénicas y la música para paliar el efecto de la COVID-19. Con la realidad actual y el futuro previsible es inexcusable activar y mantener en el tiempo un “plan de choque extraordinario” dotado con fondos suficientes para el sector empresarial de la cultura, autónomos y artistas, hasta que se recupere el nivel de actividad anterior a la crisis.
Los datos de esta encuesta en el sector de los títeres, el teatro visual y de objetos intentan aportar más conocimiento real de la situación de grave excepcionalidad que hay en las artes escénicas y la única manera de ser conscientes de la gravedad del momento.